I
En un valle, verde y sereno,
vivía Leonor, alma noble,
cuya bondad era un emblema,
sin mirar a quién, su estandarte.
Repartía pan y consuelo,
con una sonrisa sincera,
curando heridas, secando llanto,
en cada rincón de la tierra.
Mas un día, bajo un viejo roble,
Grisel, el cínico, le advierte:
“No hay buen acto sin un castigo,
haz el mal, evita la muerte.”
“La bondad a menudo es burla
de aquellos que viven en sombras,
¿Por qué esparcir luz y esperanza,
si al final, te encuentras sola?”
Leonor, con mirada serena,
al cínico así respondió:
“La bondad es mi eterna senda,
brilla más en el oscuro rincón.”
“Si el mal viene y la noche es densa,
mi luz será firme y constante,
porque un acto de puro amor
es un faro para los errantes.”
Así, entre sombras y luces,
vivió Leonor, sin desfallecer,
mostrando que en el jardín de la vida,
el bien florece, sin entender.
Y aunque Grisel en sombras se oculte,
su corazón empezó a entender,
que no hay castigo en la bondad,
sino un camino para renacer.
II
Tiempo pasó en el valle verde,
y Leonor su luz expandió,
tocando almas, cambiando suertes,
sin temer lo que le costó.
Grisel, oculto, observaba,
cómo su advertencia falló,
pues cada acto de Leonor
en el valle, una flor brotó.
Un día, el cínico en desgracia,
sin querer, su máscara cayó,
en el abismo de su propia trampa
y en la oscuridad se encontró.
Leonor, con paso decidido,
hacia él extendió su mano,
salvando al que en su día dijo
que el mal era el único camino.
“¿Por qué me salvas, noble dama,
tras todo lo que he pronunciado?
Te dije que el mal era el ala,
y el bien, un sueño desolado.”
“En el jardín de la existencia”,
dijo Leonor con voz calmada,
“la bondad es la esencia,
que transforma la noche en alborada.”
Grisel, con lágrimas en su rostro,
comprendió la verdad sagrada,
que un acto de bondad es potro
que galopa hacia la alborada.
Moraleja clara nos deja la historia:
Aunque el mal parezca tener su gloria,
es la bondad, con su silente poder,
la que al final nos enseña a crecer.
Comments