La educación de personas no es producción en serie, no es adecuado aplicar la misma receta para todas las instituciones, grupos y personas; el centro debe ser el aprendiz, no el que enseña.
La educación es la piedra angular de cualquier revolución socioeconómica. Sin embargo, el cambio vertiginoso de las últimas décadas, catalizado por la revolución tecnológica, exige un replanteamiento del sistema educativo. La escuela tradicional se enfrenta a la necesidad urgente de transformación para estar a la altura de la Sociedad del Conocimiento.
En el siglo XIX, la Revolución Industrial demandaba trabajadores especializados en tareas repetitivas. La educación tradicional respondió con un modelo centrado en el profesor, quien enseñaba a los alumnos a realizar tareas rutinarias y memorizar contenidos. Ambos modelos, hoy obsoletos.
En mi perspectiva, el mundo actual exige un enfoque educativo radicalmente distinto. En nuestra ‘Aldea Global’ (McLuhan, 1964), estamos interconectados ¡como nunca antes!; la revolución tecnológica y la pandemia por covid-19 han transformado todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo cómo trabajamos, cómo nos comunicamos y cómo aprendemos.
La Sociedad del Conocimiento, como sugiere Peter Drucker, requiere de pensadores críticos, innovadores y capaces de aprender continuamente. La educación debe centrarse en la solución de problemas, creatividad y habilidad de aprender a aprender. Considero y es evidente que, hoy en día querer imprimir en el alumno la esencia de un ente uniformado y alienado, que se acomode en una empresa en la que podría trabajar hasta jubilarse, está fuera de contexto.
En la concepción vanguardista de la educación, es un error equiparar un perfil de egreso con la expectativa de un producto; la educación de personas NO es producción en serie, no es adecuado aplicar la misma receta para todas las instituciones, grupos y personas; el centro debe ser el aprendiz, no el que enseña.
Mi sugerencia es, evitar (erradicar) la pretensión de enseñar al ave a nadar y al pez a volar, pues determinará fracaso o deserción escolar; deben considerarse los intereses y talentos particulares del estudiante, al igual que su contexto, necesidades individuales y entorno. Perpetuar arcaicos esquemas educativos, provoca un desfase escolar, y en consecuencia, laboral.
Y, más allá de la metodología en que se base cualquier institución educativa, creo que hoy es mucho más importante enfocarse en el alumno, ofrecerle una formación integral y humanista que garantice aciertos conductuales y metacognitivos. Promover seguridad y confianza tendrá como resultado mejores relaciones interpersonales.
Es necesario reconocer que las instituciones educativas (en general) no se han adaptado a estos cambios. A menudo, los estudiantes todavía aprenden en aulas estándar, donde la memorización de conceptos sigue siendo la estrategia principal de aprendizaje.
Debemos entender que, preparar a los estudiantes para la Sociedad del Conocimiento no es simplemente dotar las aulas con las últimas tecnologías. A mi parecer, se trata de transformar la manera de enseñar y aprender, y diseñar modelos que fomenten la colaboración; el ritmo en el que se han transformado las necesidades sociales y la demanda laboral, presenta un enorme desfase que no permite la renovación de la educación. Los usuarios de los servicios educativos y los objetivos, no son los mismos de hace 50 o 100 años.
Nuestra tarea como mentores es formidable y siempre perfectible. La dimensión de los retos es tan grande, como los beneficios que traerá una apuesta educativa más adecuada. Por ello, sugiero que la educación moderna y con visión de futuro incluya valores y pilares fundamentales que prepararen a las nuevas generaciones a enfrentar los desafíos del mundo; estos son:
Aprendizaje permanente para la vida
La educación vista como un proceso continuo de aprendizaje a lo largo de toda la vida, no solo como una etapa de formación inicial. Los estudiantes deben ser motivados a adquirir habilidades y conocimientos constantemente, para ajustarse a los cambios de la sociedad y el mercado laboral.
Innovación y creatividad
Deben ser fomentados por la educación para desarrollar en los estudiantes el pensamiento crítico. Esto les permitirá adaptarse a situaciones nuevas y complejas, y generar soluciones efectivas a problemas cotidianos. Desafiar la costumbre y las tradiciones; promover nuevas alternativas y pensar fuera de la caja.
Valores éticos y cívicos
Duraderos, profundos y trascendentales, por encima de caprichos efímeros o apetitos individuales; me refiero al respeto, la responsabilidad, la honestidad y la justicia, para formar ciudadanos comprometidos con su comunidad, su país y el mundo.
En conclusión, la educación de vanguardia debe ser adaptativa, enfocarse en el desarrollo de competencias, ser humanista y centrarse en la persona; un proceso continuo de aprendizaje, que genere innovación, valores éticos y oportunidades de internacionalización en un mundo con cada vez menos fronteras intelectuales. Fomentar el pensamiento crítico y la comprensión de la diversidad cultural.
¿Acaso no merecemos (y merecen ser) futuros profesionistas que sepan enfrentar los retos y contribuir al desarrollo sostenible de la sociedad? Docentes, padres y madres, terapeutas y líderes debemos asumir nuestra responsabilidad y tomar la iniciativa en este esfuerzo.
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Nota del editor: Sasha Alberto Klainer Berkowitz (@saklainer) es director general del Colegio Bilbao de la Ciudad de México. Fue profesor del Departamento de Derecho en la Universidad Iberoamericana y ha desempeñado funciones directivas en diversas áreas de la Secretaría de Salud del Gobierno Federal. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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