Neurodivergencia en las escuelas: del discurso inclusivo a la práctica diversa
- Sasha Alberto Klainer Berkowitz
- 10 abr
- 6 Min. de lectura
Por Dr. Sasha Klainer
#Neurodiversidad #EducaciónInclusiva #EscuelasQueTransforman #DiseñoUniversal #Autismo #TDAH #EmpatíaEducativa #TransformaciónDocente #NuevaEscuelaMexicana #EducaciónHumanista
En estos tiempos, hablar de inclusión muchas veces es seguir excluyendo.
Con frecuencia escuchamos discursos sobre “tolerancia”, “normalidad” o “inclusión” pronunciados con una preocupante arrogancia disfrazada de buena voluntad. Instituciones que promueven espacios segregados bajo la bandera de lo “especial”, como si lo diverso necesitara una burbuja aparte, como si no perteneciera al mismo tejido común.
Unos que tienen más derechos que otros discriminando de manera subjetiva, arbitraria y con aires de superioridad sin reparar en la igualdad de la dignidad humana. Partir de la idea de diversidad nos permite no tratar igual a los que no son iguales para algo en específico, pero no tratarlos desigualmente en su esencia e importancia.
... Como decía Albert Einstein, “Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida creyendo que es un inútil.”
En algunas escuelas, muchas veces se comete el error de hacer justamente eso: juzgar al pez por cómo vuela, o al ave por cómo nada. ¿Qué te parece esto?
Cada ser humano tiene talentos, intereses y capacidades más desarrolladas que otras. Cada estudiante merece ser visto en su singularidad, con sus luces y sus desafíos. Y todos merecen oportunidades, afecto y educación, siempre que —como en cualquier entorno educativo— exista un equilibrio entre sus necesidades y los derechos y libertades de los demás.
Quiero compartir esto con la comunidad lectora, un día, un padre de familia me dijo: “Todos somos neurodiversos, doctor.” Y tenía razón absoluta y me explico por qué lo digo. Científicamente, no todos somos neurodivergentes (esto se reserva para quienes tienen diferencias neurológicas significativas que afectan su manera de procesar el mundo), pero todos sí somos neurodiversos en el sentido de que existe variabilidad cerebral natural. Agregaría: “aunque no todos somos neurodivergentes en sentido clínico, la neurodiversidad nos atraviesa a todos: cada cerebro es único y merece ser comprendido desde su singularidad.” No hay una línea divisoria clara entre lo “normal” y lo “diferente”, entre lo “típico” y lo “atípico”. La neurodiversidad es una realidad de la especie humana. Por supuesto que hay grados y particularidades, pero todo ser humano es único, irrepetible, como ente bio-psico-social-político-tecnológico-afectivo-racional. Es hora de dejar de hablar de inclusión como si la escuela fuera un espacio al que hay que invitar a quienes no encajan, otorgarles el favor de nuestra tolerancia generosa, y comenzar a hablar de diversidad como lo que somos. Porque abrazarla, entenderla y vivirla nos enriquece a todos.
Una escuela no puede todo, pero puede mucho
En el Colegio Bilbao convivimos cotidianamente con niños, niñas y jóvenes muy diversos. No de hoy, lo hemos hecho durante más de 6 lustros. Antes no se hacía tanto énfasis en el diagnóstico de quienes se ubican en distintos puntos del espectro autista, con Asperger, el hoy muy común TDAH u otras condiciones, que algunos engloban en la categoría de neurodivergentes. Cada uno con su historia, su voz, su mirada única del mundo. Y también con familias que tienen posturas muy distintas, a veces ambivalentes, a veces mejor preparadas y comprometidas, frente al diagnóstico, la etiqueta, la intervención o la escolarización misma.
Pero una condición no es un estigma, “el diagnóstico no puede ser usado como justificación automática para evadir todo límite o responsabilidad.”, no otorga una patente de corso que disculpa de cualquier exceso o improperio. Cualquier ser humano debe crecer en su libertad asumiendo mayor responsabilidad de funcionar en sí mismo y con los demás.
Este no es un tema simple. Exige profundidad, estudio, sensibilidad. Por supuesto no puede sobresimplificarse ni alcanzar consensos o uniformidad. Porque la inclusión real —o mejor dicho, la convivencia con diversidad— no se decreta ni se improvisa. Implica múltiples factores, y requiere de muchas voluntades.
Así es importante que una institución educativa se planteé seria y autoexigentemente lo siguiente:
Qué puede y sabe hacer la escuela por ese estudiante y su familia.
Qué grado de preparación tiene el equipo docente y el resto del personal.
Cómo se integra el grupo y cómo se transforma con esa presencia, cómo interactúan individualmente y en grupo.
Cuál es la sensibilidad, apertura y disposición de las demás familias del grupo y la comunidad.
Cuál es la disposición real, la empatía y el compromiso de toda la comunidad.
No basta con buenas intenciones. Tampoco con asertividad emocional como bandera sin reparar en los retos que tenemos hoy en día en la educación de estas generaciones. Pero cuando hay solidaridad, formación, reflexión y humanidad, ocurren verdaderos milagros educativos: se le cambia la vida al alumno que encuentra un lugar donde ser, y también a quienes comparten con él su camino.
“La empatía emocional es importante, pero no suficiente. Requiere acompañarse de formación técnica, protocolos claros y compromiso institucional y comunitario.”
Hacia una educación sin prejuicios
Hablar de neurodivergencias desde la educación no es hablar de excepciones, sino de principios. Implica formar equipos capaces de:
Comprender científicamente las distintas formas de funcionamiento cognitivo y emocional, desarrollar recursos y herramientas para procurar mejores caminos y desenlaces.
Diseñar entornos de aprendizaje flexibles (basados en el Diseño Universal para el Aprendizaje), ofrecer diferenciadores a quienes presentan talentos, intereses y capacidades distintas en diversas áreas o disciplinas..
Construir climas de aula donde la empatía y la claridad de expectativas sean el eje. Garantizando en todo momento que debe enmarcarse en el respeto recíproco cualquier interacción, dando salidas que lleven a la reflexión y a buscar soluciones cuando se irrumpe o transgrede en la esfera de la emoción, percepción o integridad de otra persona.
Acompañar a las familias sin juicio, con escucha y con estrategias reales.
Tener escucha y comprensión para los dos extremos opuestos en situaciones de conflicto, disidencia o diferencias de opinión.
Promover que los jóvenes, las autoridades y las familias, no se contenten en identificar problemas y señalar culpables, sino que asuman su tramo de responsabilidad en participar de propuestas y soluciones.
Todo esto no es fácil. Pero es necesario. Porque si no lo hacemos, seguimos reproduciendo sistemas que expulsan silenciosamente a quienes no se ajustan al molde. Sistemas que valoran la homogeneidad más que la riqueza de lo humano.
Todos los jóvenes son susceptibles de equivocarse y aprender de sus errores. Todos tienen derecho a ir desarrollándose plenamente al ritmo de su potencial y rectificar más de dos veces el camino correcto.
📣 Llamado a la acción
Educar desde la diversidad requiere valentía institucional y ética profesional. No todas las escuelas están listas para cada caso, pero todas pueden dar un paso más allá de sus propias fronteras mentales. Como directores, docentes, orientadores y familias, debemos preguntarnos:
¿Qué tan dispuestos estamos a ver al otro sin prejuicio?¿Qué cambios estamos dispuestos a hacer para que lo diverso no sea un problema, sino una oportunidad?
¿Qué tanto somos capaces de no inmolarnos o a nuestros hijos al validar los procesos, percepciones y emociones de otros que los afectan?
Al final, la verdadera inclusión no consiste en abrirle la puerta a alguien que “no era de aquí”, sino en reconocer que ese alguien siempre fue parte de nosotros.
Lo mismo, de reconocer conjuntamente, después de intentarlo, cuando hay alguien, quien sea, que podría desarrollarse mejor en un entorno distinto.
"Porque una escuela no se mide por a cuántos logra uniformar, sino por cuántos logra acompañar sin anular. Educar desde la diversidad no es un acto de caridad, es un acto de justicia. Y cuando eso ocurre, no sólo se transforma la vida del estudiante neurodivergente: se transforma también la vida de sus compañeros, sus docentes, su comunidad. Ahí empieza la verdadera revolución educativa."
"Ya no basta con abrirle la puerta al que piensa distinto. Hay que reconfigurar la casa para que todos podamos vivir en ella sin miedo, sin etiquetas, sin condiciones impuestas. Porque no hay futuro posible en la homogeneidad obligada. Y porque cada vez que una escuela decide educar desde la diversidad, abre grietas por donde entra la luz."
"Educar en tiempos de neurodivergencia exige más que voluntad: exige conocimiento, ética, flexibilidad y comunidad. No se trata de adaptarse por obligación, sino de evolucionar por convicción. Porque la verdadera inclusión no consiste en permitir que alguien entre, sino en reconocer que siempre debió haber estado aquí o que tiene un lugar en este mundo."
"Llevo años viendo cómo florecen niños y niñas cuando dejamos de exigirles que trepen árboles que no les corresponden. Cuando les damos agua, tierra y sol… cada uno florece a su modo. Y al final, eso es lo que somos: una escuela viva, diversa, imperfecta, pero con la valentía de educar sin moldes, respetando la individualidad e inculcando valores y humanidad. Porque en la diferencia, está la belleza de la educación."

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