Por Sasha Klainer
En la red de lo etéreo, nuestra esclava devoción,
se entreteje con silencios, la tecnológica prisión.
Donde pulsos son susurros, en pantalla reflejados,
cadenas de instantes fríos, por lo virtual forjados.
Solo frente al orbe azul, nuestra alma se dispersa,
la mirada se fragmenta, en el pragmatismo inmersa.
Busca el dedo en la pantalla, rápida satisfacción,
olvidando que la esencia, vive en la interacción.
Puente vasto de los bytes, nos acerca a distantes,
mas construye altos muros, entre rostros delirantes.
En la red, voces lejanas, se convierten en abrazo,
mientras el amigo cerca, se desvanece en el espacio.
En la era del circuito, donde impera el clic veloz,
no olvidemos que en el alma, reside nuestra voz.
Que la ciencia y la pantalla, no eclipsen el corazón,
ni la brújula del ser, pierda su verdadera razón.
En el vértigo del dato, que al instante se consume,
se nos va la vida entera, en un clic que nos resume.
Rápida la información, mas vacía en su esencia,
nos perdemos en la prisa, olvidando la paciencia.
Entre circuitos y pantallas, se diluye el rostro humano,
y en la frialdad del byte, se congela el hermano.
La máquina dicta el paso, y el corazón se somete,
olvidamos que el amor, no se programa ni se 'delete'.
Mas aún en el silicio, una chispa puede brotar,
un llamado a la conciencia, en la red se puede hallar.
No es tarde para cambiar, para reconectar el ser,
y en la vastedad virtual, nuestra humanidad volver.
Que no sea la tecnología, quien defina nuestro rumbo,
sino que, en ella, encontremos un camino más profundo.
Para unir y no separar, para ampliar y no reducir,
y en el tejido de lo humano, nuevamente construir.
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